El tiempo matiza la alegría, el dolor, la esperanza, la zozobra, la quietud, la intranquilidad, la serenidad y el adiós. Y lo hace con el mismo pincel que el atardecer matiza colores y contornos. A medida que esos acontecimientos vitales se acercan, se perciben intensos y, a la misma vez, tan vibrantes como frágiles. Pareciera que todo lo equilibra el tiempo, que todo lo serena llevándolo a la esencia. Un poco esto sucede ahora: se intensifican sentimientos que solo pueden ser aplacados por la inocencia párvula del Niño y la madurez serena de quien lo ha vivido todo.